10 de Octubre. Grito de Yara. Día de la Patria, recuerda sencillamente el almanaque. Y la ciudad se enfiesta, cierra el comercio; sobre los edificios ondean los alegres colores -blanco, azul, rojo,- de la bandera de la estrella solitaria; truena el cañón. Palacio se llena todo él de bordados y condecoraciones, el Presidente recibe oficialmente los parabienes del mundo con palabras dichas con todos los acentos de la tierra y la calle bulle curiosa escuchando los sones marciales que pueblan los aires, y contemplando al rápido y rígido desfile del bosque de acero de las bayonetas. Después hay alegres candeladas, fuegos artificiales, iluminaciones y sobre la noche y la ciudad velan los cinco rayos de luz de la estrella giratoria del Capitolio.
¿Y nada más?… ¡Qué más! Con esto sería bastante, para exaltar este día, ya que todo ello entraña la consumación de aquel anhelo, de aquel sueño que nació tal día como este, allá en las lejanías del 68, de un tañido de campana y de un grito humano que puso en pie a un pueblo; porque todo esto significa el sueño hecho realidad.
Pero hay más, sí, por fortuna hay más, porque en estas conmemoraciones del 10 de Octubre, también se enfiesta el espíritu, el alma nacional.
¡10 de Octubre de 1868!…
Ciento cincuenta y tres años han transcurrido desde aquel día radiante y único, el primero en los dias de la Patria y aún su recuerdo hace latir apresuradamente los corazones cubanos. ¡Yara!… ¡La Demajagua!… ¡Carlos Manuel de Céspedes!… estos hombres no sólo fulgen con letras de oro en las páginas de acero de nuestra Historia; también palpitan y viven en nuestra íntima emoción.
El “Día de Yara” fue el primer día de Cuba. El día inolvidable en que despertó advertida por el repique de una campana y la voz augusta de un hombre, al deseo de liberarse y vivir; el día en que Cuba ya en pie y cara al sol se encontró a sí misma.
Por eso es santo y glorioso este día de Yara, que parió la gesta heroica del 68, aquella “guerra grande” que a través de 10 años fue tan pródiga en desinterés, en valor y sacrificios; aquel grito que tras la cruenta década pareció apagarse en Zanjón, pero cuyo eco persistió en Baraguá, para resonar otra vez incontenible y potente en Baire, galvanizado por el verbo encendido de Martí.
Y por eso en un día como este domingo a 153 años de entonces, constancia de que Cuba es y debe ser para siempre independiente, libre y soberana, se une este callado, este íntimo regocijo del pueblo, en cuya alma suenan a gloria las palabras santificadas por la abnegación de los mártires y el arrojo de los héroes: Yara… La Demajagua… Carlos Manuel de Céspedes.
Mientras ellos logren conmover hasta lo hondo al corazón cubano, a despecho de borrascas políticas, de luchas intestinas de diferencias íntimas y temporales, de todos los accidentes por los que han pasado o tienen que pasar todos los pueblos. Cuba será nuestra Cuba, la patria pequeña y amada que nació gloriosamente en aquel memorable 10 de Octubre de 1868, al tañido de la campana y al conjuro de aquella voz que supieron infundirle, la voluntad de vivir libremente, dolorosa o feliz, su propia vida. Estos son los deseos de LIBRE.
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