El cañonazo de las 9

Written by Libre Online

15 de septiembre de 2021

Por  “El curioso impertinente” (1927)

Una “Guía de la cabaña” y un “Museo Militar”

Entre un numeroso grupo de jefes y oficiales reunidos en la Explanada de la Cabaña, destaca el coronel Aguado por su baja estatura y por vestir un traje de campaña sin insignias de ninguna especie. En la amplia explanada, un destacamento de artilleros y la Banda de Música de la Fortaleza hacen evoluciones mientras el fotógrafo Vales toma algunas instantáneas con su “graflex”.

Alargamos nuestra tarjeta al coronel Aguado y, apenas la ve, este nos dice:

– Desde ayer, que recibí el aviso del Estado Mayor, estamos esperando su visita. En cuanto terminen de hacer sus fotografías estoy a su disposición.

– ¿Y esas fotografías, coronel?- inquirimos aún a trueque de pecar indiscretos.

-Son para una Guía de la Fortaleza que me propongo hacer -nos responde amablemente el coronel Aguado-. Ya tengo reunidos muchos datos y gran número de fotografías. Este es un lugar muy rico en recuerdos históricos y yo me propongo con esta guía de cosas: una, que la gente que ve esto como un lugar tétrico, pierda el temor y venga a visitarlo y otra, que no se sigan diciendo y escribiendo tantos disparates acerca de la Fortaleza. Hace poco estuvieron aquí unos turistas y el cicerone, al mostrarles aquel monumento, les decía que debajo de él estaba enterrado un general inglés muerto cuando la Toma de la Habana, cuando lo cierto es que, la columna fue levantada para honrar la memoria de los soldados españoles que murieron en la toma de Cárdenas, por Narciso López. También yo tengo el proyecto, muy próximo a realizar, de ir trasladando todas las tropas y servicios que aquí existen, para los campamentos exteriores, a fin de convertir la Fotaleza en un Museo Militar.

Alabamos, como merecen, los excelentes proyectos del coronel Aguado, mientras éste se separa un momento de nosotros para dar algunas disposiciones acerca de las fotografías que están tomando, observamos detenidamente el lugar donde nos hallamos. Es una inmensa explanada, limitada por el lado del mar por un ancho fuerte y parapeto erizado de cañones antiguos, estando el muro cubierto hasta cierta altura por la parte interior, por plantas ornamentales. Del lado opuesto, se levanta una serie de pabellones, de constitución antigua, ostentando cada uno en su frente un letrero que indica el uso a que se dedica. Así, en esos letreros  vamos leyendo sucesivamente: “escuela”, “capilla”, “cantina”, “herrería”, etc. La explanada da la sensación de la plaza principal de un pueblo grande, y para hacer más completa la ilusión de verse grupos de  muchachos aquí y allá y por la carretera que bordea la explanda pasan continuamente carros y camiones.

Los soldados que evolucionan frente a la cámara fotográfica, reciben órdenes de romper filas y el coronel Aguado vuelve apresuradamente a nuestro lado, advirtiendo de nuevo que esta a nuestra disposición.

Descripción e historia de

una batería:

La batería que dispara el cañonazo de las nueve está formada por veintiún cañones. Son piezas antiguas que se cargan por la boca y están construidas de bronce de una aleación tan rica, que cada una vale un capital. Cada cañón tiene su nombre. Así el número uno se denomina “La Hermosa”, el número 2, “La Parca”, el número 3, “La Atropos”, etc., etc.

-Estas piezas- nos informa el coronel Aguado se obtuvieron en México y al cesar allí la dominación española fueron traídas aquí y colocadas en unos soportes, que se pensó que fueran provisionales, pero que resultaron distintivos, pues son los que hasta ahora han tenido.

A Magoon le molestaba

el cañonazo

A propósito de la carga que se emplea para tirar el cañonazo de las nueve, uno de los oficiales de artillería que está con nosotros, cuenta una anécdota que por su interés daremos a conocer  a los lectores.

Cuando la segunda intervención norteamericana, para tirar el cañonazo se empleaban dos y hasta tres libras de pólvora y la conmoción que producía era tan fuerte que, a veces, el cañón saltaba del soporte y se rompían los cristales de las casas situadas cerca del litoral. Al Gobernador Magoon le molestaba mucho ese formidable estampido y un día recibió el Jefe de la Fortaleza una orden suya, en la que decía que para tirar el cañonazo emplearan poquita pólvora y apuntaran para otro lado. Desde entonces empleamos solamente una libra de pólvora, lo que es suficiente, pues si las condiciones atmosféricas no son completamente desfavorables, el cañonazo se oye hasta en Marianao.

Algunos datos de interés

Vales toma algunas vistas de la batería en general y del cañón número 1 en particular y mientras llegan unos artilleros que el coronel Aguado ha tenido la amabilidad de mandar a buscar para demostrarnos prácticamente como se disparan estos cañones, nos retiramos para rehuir el ataque incesante de los rayos del sol hacia un recodo del parapeto y allí reanudamos la charla.

-Aquí hay muchas cosas de interés- nos expone el coronel Aguado. -Esa casa que tenemos ahí  enfrente nos dice señalándonos una de bastante amplitud y poco puntal -fue en la que vivió el general español Lachambre mientras estuvo en La Habana. Después fue habitada por el presidente Estrada Palma y entonces se le agregó un departamento para que sirviera de comedor. Bajo aquel laurel que está junto a la casa, cuyas ramas, hasta hace poco, eran tan grandes que pasaban sobre el muro y salían al mar, dio el general Lachambre unas comidas que se hicieron célebres.

Aquella es la capilla de la Fortaleza. La campana que tenía y que era la que tocaba los dobles cuando fusilaban a los cubanos tachados de insurrectos, se la llevó, como recuerdo, un coronel americano cuando la primera intervención. Ahora yo estoy haciendo gestiones por mediación de la Secretaría de Estado, para recuperar la mencionada campana y espero que más gestiones tengan éxito, pues ya se ha tenido contestación del Gobierno norteamericano.

Debajo de la Explanada que usted ha visto, hay un inmenso aljibe, tan grande como la explanda misma. Para recorrer el aljibe se utiliza un bote, que se guarda allí mismo. Aún existe el camino subterráneo que hicieron los ingleses en 1762 para tomar el Morro. En estos días yo me propongo explorar ese camino para ver en que estado se encuentra y si hay algo de interés en él. Dícese que hay un pasaje oculto entre La Cabaña y el castillo  de La Fuerza, pero hasta ahora yo no he encontrado trazas de él.

Cómo se dispara un cañón antiguo

El teniente Demestre viene a advertir al coronel Aguado que los artilleros mandados a buscar están en espera de sus órdenes. Salimos de nuevo de la Batería. El coronel ordena al teniente que coloque a sus artilleros como si fueran a disparar de veras el cañón. El teniente trasmite la orden y ésta es cumplida inmediatamente. Vales,  ni corto, ni perezoso, aprovecha la ocasión y obtiene una buena fotografía.

El coronel Aguado, dando muestras una vez más de su amabilidad y su interés en facilitar el desempeño de nuestro cometido, nos explica.

-Para disparar el cañonazo de las nueve se utiliza, indistintamente, cualquiera  de esas piezas. La compañía encargada de ese importante servicio, es la segunda del segundo batallón. Las cargas de pólvora y demás utensilios que se requieren para el servicio de la batería, se guardan en esas casetas que usted ve, las que en la época de la  Colonia, se utilizaban como excusados. De entonces a la fecha, muchas cosas aquí han sufrido una transformación más o menos radical. Yo me propongo seguir llevando adelante esas transformaciones hasta convertir La Cabaña en un verdadero monumento nacional. Se me ha dicho que para eso falta dinero pero yo indicaré la manera de conseguirlo. Por lo pronto ya he propuesto que se exploten las canteras, caleras y arenales que existen en los terrenos anexos a la Fortaleza y que con lo que produzca esa explotación, se paguen los gastos que originen las obras que aquí es necesario realizar.

Un asistente viene a advertir al coronel Aguado que en la Jefatura del Puesto es necesaria su presencia para resolver un asunto de importancia. El coronel se despide entonces de nosotros y encarga al teniente Demestre que siga atendiéndonos.

Un toque de corneta y !pum!

suena el cañonazo

Rogamos al teniente que nos muestre el reloj por el que se guían para disparar el cañonazo. El teniente nos invita a pasar al Cuerpo de Guardia, para allí acceder a nuestros deseos. Después de andar un corto trecho, llegamos al local ocupado por el Cuerpo  de Guardia. Allí nos enseñan el reloj, un cronómetro inglés que está colocado en el fondo de una caja de madera. De la exactitud del reloj es responsable el teniente Emilio Acanda, quien debe testificarlo todos los días a las doce meridiano por el Observatorio Nacional.

El teniente Demestre nos explica amablemente el procedimiento que siguen para disparar el  cañonazo a la hora debida.

-Poco antes de las nueve, el oficial de guardia se coloca junto al reloj acompañado de una corneta y al mismo tiempo los  artilleros se sitúan junto a la pieza escogida esa noche. Cuando solo faltan unos segundos para dar las nueve, el corneta da un toque de atención y los artilleros  se preparan. El oficial sigue observando el reloj y cuando ve que son las nueve en punto, hace una señal, el corneta da un toque corto y los artilleros disparan…

Un ejército pequeño pero útil en la guerra y en la paz

Hemos salido de La Cabaña plenamente complacidos, no solo por la forma cortés y amable con que allí se nos tratara, sino  porque pudimos convencernos, ante la realidad, que el Ejército cubano cuenta con jefes y oficiales de méritos positivos, que podrán hacer de él un ejército, si pequeño en número, muy útil no tan solo por la obra destructora de la guerra sino por las labores constructivas de la paz.

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