Por María C. Rodríguez
Mejor con el enemigo: Carlos I de Inglaterra, perseguido por las tropas de Cromwell, se refugió en Escocia, pero los escoceses le vendieron al enemigo por dos millones. Cuando lo supo el rey prisionero, exclamó: -“Es mejor estar con los que me han comprado que con aquellos que me han vendido”.
Incendio en el Palacio Real: En 1604 un incendio asoló el Palacio Real de El Pardo, en Madrid. Quedó destruida la mayor parte de las obras pictóricas que había atesorado allí la Casa de Austria. Felipe III era un gran admirador de Tiziano y al enterarse del incendio preguntó: – ¿Se ha quemado la Venus de Tiziano? Le respondieron que afortunadamente no había quedado dañada. El monarca añadió: – Pues lo demás no importa, ya se volverá a hacer.
Escepticismo médico: Se cuenta que en el año 1780 el Rey Federico II “el Grande” de Prusia, era un gran escéptico respecto a los avances de la medicina y que, en una ocasión, preguntó a su médico personal el Dr. Johann Georg Zimmermann:-Decidme, sinceramente, doctor ¿de cuántos pacientes lleva su muerte en la conciencia?- A lo que el galeno respondió: -De unos trescientos mil menos que Vos, Majestad.
Nota real: Aprovechando una visita a Londres, la reina Luisa de Suecia decidió hacer una escapadita por la ciudad para visitarla. Salió de ”excursión” sin escolta ni documentación y durante su visita un autobús estuvo a punto de atropellarla. Así que se colgó una nota en el bolso, por si le pasaba algo, que decía:
“Soy la reina de Suecia”.
El tamaño sí importa: Durante el proceso que emprendió Enrique VIII contra su esposa Ana Bolena, acusó a ésta de “traición y adulterio” y le recriminó las palabras usadas por ella para referirse al miembro viril del monarca:- La espada del Rey no pasa de ser una simple navaja.
Grande como los hoyos: Al rey Felipe IV le gustaba que le llamasen “el Grande”. Tras la pérdida de Portugal, el siempre ingenioso Duque de Medinaceli dijo en cierta ocasión: -A Su Majestad le pasa como a los hoyos, que cuanta más tierra pierden, más grandes son, La Reina María y la galleta para perros: La Reina María tenía un miedo atroz a los perros, todo lo contrario que su nieta, la futura Isabel II.
En una fiesta celebrada en los jardines del Palacio de Buckingham, la princesa Isabel le entregó a su abuela una galleta para perros para que ésta se la diese a uno de los Corgi Galeses que tenía la niña. Eso puso de mal humor a la Reina María, que no pensaba darle la galleta al can y no sabía cómo deshacerse de ella. Junto a ella se encontraba el arzobispo de Canterbury y se la dio a él para que éste se la entregase al perro. El arzobispo cogió la galleta para perros, sonrió con gratitud a su majestad y, creyendo que era una pastita de té, se la introdujo en la boca.
Decreto efectivo: Durante el reinado de Luis XV de Francia se puso de moda el que las damas condujesen una pequeña carroza por las calles más frecuentadas de París, y carentes como estaban de experiencia atropellaban a muchas personas. El rey se preocupó por ello y llamo al Conde de D’Argenson, Teniente General de la policía, para que tomase las medidas necesarias para evitarlo. “-Señor, dejadme hacer a mí”…. Al día siguiente publicó un decreto que prohibía a las mujeres guiar caballos a no ser que su edad fuese superior a treinta años. El éxito fue milagroso, ninguna mujer quiso confesar que tenía más de treinta años y la moda desapareció.
El precio de un jardín privado: El célebre político inglés Philip Dormer Stanhope, 4º Conde de Chesterfield, supo que el rey Jorge II pensaba cerrar el parque londinense de Saint James y transformarlo en un jardín privado del monarca, lo que habría causado gran descontento entre la gente del pueblo. El rey le preguntó cuánto podrían costar las obras y él respondió simplemente, con concisión británica: -Señor, sólo una corona. El rey comprendió la indirecta y el proyecto no pasó de ahí.
La opinión de la reina Victoria: Le llegaron rumores a la reina Victoria I del Reino Unido de que cierto ministro iba hablando mal de ella por los salones y tertulias. En vez de enojarse, le quitó importancia al asunto diciendo: -No pienso ocuparme de lo que el ministro opine de mí; lo que debe importarle es lo que opine yo de él.
Plantando cara: El emperador Enrique V del Sacro Imperio Romano Germánico declaró la guerra al rey de Polonia, Boleslao III el Bocatorcida , y queriendo asustarle le mandó embajadores para decirle que si no cedía por las buenas enviaría contra él tantos soldados que no cabrían todos juntos en Polonia. El rey polaco respondió simplemente: -Mandad los soldados que queráis, encontraremos tierra para enterrarlos a todos.
El vino de Luis XIV: Cada vez que salía de caza, el rey Luis XIV mandaba llevar consigo 40 botellas de vino, las cuales no solía beberse y que acababan siendo consumidas por sus criados. Un día tuvo sed y pidió un vaso de vino. -Se acabó, majestad- le contestó su ayudante . -¿Pues no se traen las 40 botellas que he mandado?. -Sí, señor, pero… -En lo sucesivo- concluyó el rey -que se traigan 41, para que haya una para mí.
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