Por Jorge Quintana (†)
No era la primera vez que Don Tomás Estrada Palma era Presidente de la República, pero en la ocasión primera era un Jefe de Estado en fuga, perseguido y acosado por un enemigo que no le daba tregua ni cuartel.
Llegó a la primera magistratura de la República en armas, sustituyendo a un Presidente que había renunciado. La circunstancia era excepcional. En el Ejército Libertador había fermentos disolventes. y apenas si pudo comenzar a actuar, porque el enemigo español se le echó encima y lo apresó conduciéndolo al Castillo de Figueras.
Estas circunstancias de 1502 eran muy distintas. La misma oposición maoísta había dado muestras excepcionales de desinterés, replegándose para no obstaculizarle la elección. En vez de ser un fugitivo, perseguido y acosado, era solicitado en todas parles para rendir en él un homenaje al patriotismo que había salvado a la República.
Ya en la capital se había entregado el Presidente electo a los trabajos preparatorios para la inauguración de su mandato. Había seleccionado un grupo de hombres que le ayudarían en la tarea de encauzar a la República. Se había afianzado en lo mas íntimo del alma cubana.
Aquel 20 de Mayo de 1902 lo esperó con impaciencia. La tarea no era fácil. Sabía las dificultades que tenía que vencer, pero estaba dispuesto. Se sentía animoso, era el mismo hombre sencillo de Central Valley, allí a donde le había ido a buscar José Martí para conocerle y admirarle.
Las horas se fueron deslizando lentamente. A las doce del día estaba convenido que el general Wood le entregaría el gobierno en el antiguo Palacio de los Capitanes Generales. Poco después de las once partió don Tomás Estrada Palma acompañado de sus, ayudantes y Secretarios.
A las once y treinta y cinco minutos llegó a la puerta del Palacio, el ayudante del general Wood corrió a avisarle y éste, que ya lo estaba esperando, salió a recibirle. Adentro, en los salones, estaban los invitados, eran representaciones diplomáticas, consulares, congresistas, miembros del Poder Judicial, antiguos jefes del Ejército Libertador, autoridades provinciales y municipales, etc.
El general Wood vestía de uniforme. A las doce menos cinco se separó del Presidente electo para avanzar hacia el antiguo Salon del Trono, entrando por la puerta izquierda. Le seguían los jefes oficiales de su Estado Mayor.
En ese mismo instante, por la puerta derecha, penetraba Don Tomás Estrada Palma, vestido de negro. Ya en el centro del salón, frente a frente, el general Wood leyó una carta suscrita por el Presidente de los Estados Unidos, Teodoro Roosevelt, el 10 de mayo, en la Casa Blanca, estaba dirigida al Presidente y al Congreso de la República. Decía así:
«La Casa Blanca. Washington D.C.. mayo 10 de 1902.
Al Presidente y al Congreso de la República de Cuba.
Señores:
El día 20 del presente mes el Gobernador Militar de Cuba, en cumplimiento de mis instrucciones, os hará entrega del mando y gobierno de la Isla de Cuba, para que de ahí en adelante los ejerzáis conforme a los preceptos de la Constitución acordada por vuestra Convención Constituyente, tal como queda promulgada en ese día; y en ese instante declarará que la ocupación de Cuba por los Estados Unidos ha terminado.
Al mismo tiempo quiero haceros presente la sincera amistad y los buenos deseos de los Estados Unidos, y nuestros más sinceros votos por la estabilidad y el éxito de vuestro Gobierno, por las bienandanzas de la paz, la justicia, la prosperidad y ordenada libertad entre vuestro pueblo, y por una perseverante amistad entre la República de los Estados Unidos y la República de Cuba.
Teodoro Roosevelt, Presidente de los EE.UU.”
Don Tomás Estrada Palma escucha en silencio aquella lectura, piensa en las responsabilidades que va a asumir, piensa en los sacrificios que durante un siglo realizó el pueblo cubano para llegar a conquistar aquella República.
Piensa, en los patriotas de 1868, a los que conoció en plena acción revolucionaria. Piensa en su prisión. Piensa en su madre muerta en plena manigua, cuyos restos ha rescatado unas semanas antes. Piensa en los grandes héroes caídos. En los Maceo, en aquel turbulento de Vicente García, en Ignacio Agramonte y en José Martí. Levanta la vista y allí está, junto a él, escuchando también, el mayor general Máximo Gómez y también el diligente Gonzalo de Quesada que le recuerda todas las angustias del trabajo de la Delegación del Partido Revolucionario Cubano en Nueva York.
El general Wood concluye de leer la carta del Presidente Roosevelt y continúa con otros documento que ha redactados para aquella ocasión.
DISCURSO DE ESTRADA PALMA
También el Presidente electo de la República de Cuba ha esperado que el general Wood diera lectura a sus documentos. Entre los presentes hay interés por escucharle. Y el viejo maestro de escuela comienza:
«Honorable General Leonardo Wood, Señor:
Como presidente de la República de Cuba recibo, en este acto, el Gobierno de la Isla de Cuba que usted me transfiere, en cumplimiento a las órdenes comunicadas a usted por el Presidente de los Estados Unidos, y tomo nota de que en este acto cesa la ocupación militar de la Isla.
Al aceptar este traspaso, declaro que el Gobierno de la República asume, de acuerdo con lo preceptuado en la Constitución, todas y cada una de las obligaciones que impuso respecto a Cuba el Gobierno de los Estados Unidos por virtud del Tratado firmado el 10 de diciembre de 1808, entre los Estados Unidos y su Majestad la Reina Regente de España.
Queda entendido que la Isla de Pinos continúa de tacto, bajo la jurisdicción de la República a reserva de lo que, en su oportunidad, convengan el Gobierno de los Estados Unidos y el de la República de Cuba de acuerdo con lo preceptuado en la Constitución cubana y en la Ley votada por el Congreso de los Estados Unidos y aprobada en marzo 2 de 1901.
Recibo con verdadera satisfacción la carta que al Congreso de la República de Cuba y a mi dirige el Presidente Roosevelt, por los sentimientos de amistad hacia el pueblo de Cuba que la inspiran.
Y aprovecho esta ocasión solemne en que resulta cumplida la honrosa promesa del Gobierno y el pueblo de los Estados Unidos respecto de la Isla de Cuba, y consagrada la personalidad de nuestra Patria como nación soberana para expresar a usted, digno Representante de aquel gran pueblo, la inmensa gratitud que siente Cuba hacia la nación americana y hacia su ilustre Presidente Teodoro Roosevelt y hacia usted por los esfuerzos que para el logro de tan acariciado ideal han realizado.
DON TOMÁS ESTRADA PALMA, PRESIDENTE DE CUBA
Eran las doce y diez minutos cuando concluyó esta primera parte de la ceremonia. Dirigiéndose a la guardia establecida junto a la bandera izada en el asta del Palacio, le ordenó el general Wood que procedieran a arriarla. Lentamente fue descendiendo esta mientras las tropas norteamericanas y cubanas formadas en la calle, presentaron sus armas.
Los oficiales y jefes saludaron también. No había dolor en aquel acto. No era el general Wood un gobernante al que se echaba, sino el hombre que sentía la satisfacción de dar aquellas órdenes por que con ellas daba vida oficial a la República de Cuba. Fue así como, se escucharon las notas del Himno Nacional de los Estados Unidos.
Fue así como se escuchó después la vibrante voz del general norteamericano, que dirigiéndose a la misma guardia que había arriado la bandera de su patria, le ordenó: «En nombre de los Estados Unidos de América izad la bandera de la República de Cuba.”
También lentamente fue ascendiendo la bandera de la estrella solitaria por el asta del antiguo Palacio de los Capitanes General. Las tropas formadas volvieron a presentar sus armas y esta vez la Banda Militar dejó escuchar las notas del Himno Nacional Cubano. Era el instante esperado.
En el Morro apenas se percataron de que en el Palacio del Gobierno había sido arriada la bandera de los Estados Unidos, se procedió a realizar idéntica ceremonia. Los cañones saludaban al nuevo gobierno, a la enseña nacional cubana. En las demás fortalezas se procedió de igual manera.
JURAMENTO PRESIDENCIAL
A las doce y veinte había terminado la segunda parte de la ceremonia y se dio comienzo a la tercera: la toma del juramento presidencial.
El doctor Rafael Cruz Pérez, teniendo a su derecha al Teniente Fiscal del Tribunal Supremo doctor Revilla, se acercaron al Presidente Estrada Palma. Junto al Jefe del Estado hubo de situarse el doctor Diego Tamayo, designado Secretario de Gobernación. El doctor Cruz Pérez le preguntó:
—¿Jura usted por Dios o promete por su honor desempeñar fielmente su cargo, cumpliendo y haciendo cumplir la Constitución y las leyes del país?
—Sí, juro y prometo por mi honor, dijo el Presidente de la República don Tomás Estrada Palma.
La ceremonia había concluído. El Gobierno había tomado posesión en su cabeza visible, el Presidente de la República. Los jefes del Ejército Libertador se abrazaban emocionados.
El mayor general Máximo Gómez abrazó al mayor general José Miguel Gómez y le dijo: ¡Creo que ya hemos llegado!
El general Wood comenzó a prepararse para salir. En la bahía le aguardaba un barco que habría de conducirle a los Estados Unidos. Eran las 12 y 40 minutos cuando abandonó el Palacio donde había gobernado al pueblo cubano por cerca de año y medio.
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