Holomodor, hambrunas de ayer y de hoy

Written by Demetiro J Perez

19 de mayo de 2021

Durante las últimas semanas el incremento de las dificultades que tienen los cubanos en la isla para poder llevarse algo a la boca dos veces al día ha puesto encima del tapete la palabra «hambruna» en varios escritos que han llegado gracias a las redes sociales. Comencemos por recordar que las viscicitudes alimentarias no constituyen en Cuba novedad, más bien ha sido algo consustancial en el sistema inhumano que el castrismo implementó en Cuba. No es menos cierto que jamás se ha llegado a una situación que en lo absoluto esta tocando actualmente a la puerta de numerosísimas familias cubanas: cero comida o apenas.

En contextos diferentes las capas más humildes de la población cubana conocieron en el pasado dificultades extremas para poder comer. Cuando a mediados de 1896 el maligno Valeriano Weyler decretó la Reconcentración hizo aparecer el espectro del hambre colectiva entre parte del campesinado, mis abuelos paternos entre ellos. La generación siguiente se enfrentó al final del Machadato al rigor de la escasez durante la primera mitad de la década 1930. «Harina cuando la había», le oí decir a mi madre entonces adolescente.

Fue precisamente en esos mismos años posteriores a la crisis financiera mundial de 1929 que tuvo lugar en Ucrania la peor de las hambrunas que registra la historia del siglo pasado: el Holodomor, vocablo que etimológicamente significa «exterminación por hambre».

Los conocedores de la historia de la Unión Soviética y del estalinismo no ignoran que esa monstruosa política del Partido Comunista fue concebida para doblegar al campesinado ucraniano y esquilmar una región que durante más de un siglo habia sido considerada «granero de Europa».

Una película, «Mr Jones» realizada por Agnieszka Holland, expone manera fidedigna -casi documental- qué ocurrió allí y cómo el mundo fue cómplice de un genocidio perpretado por órdenes de Stalin. En la instrumentación del tinglado que permitió al comunismo internacional escamotear al mundo entero el terrible crimen participaron varios líderes políticos de alto nivel, no pocos intelectuales y grandes títulos de la prensa internacional. Entre los primeros me limitaré a citar a Édouard Herriot, a David Lloyd George y a Franklin D. Roosevelt. Jamás los ucranianos los perdonarán.

La laureada ensayista y periodista americana Anne Applebaum, referencia mundial en los estudios acerca del comunismo y la Unión Soviética, dedicó parte de su libro «Hambruna roja» al tema. Sus trabajos explican cual era la preocupación prioritaria de los dirigentes en Europa y en Estados Unidos hacia 1933 y 15 años después del final de la Gran Guerra: el rearme alemán y la ascención de Hitler. En consecuencia en cuanto a que Stalin hiciera y deshiciera todos optaban sistemáticamente por esquivar toda mirada crítica por procedente que fuera.

En el campo del periodismo el angloamericano Walter Duranty desempeñó durante el período uno de los papeles más abyectos que se conocen en la historia de la profesión. Corresponsal residente del New York Times en Moscú de 1922 a 1936 y descrito como realista, pragmático y escéptico, fue capaz años después de decir como justificación a los embustes contenidos en sus despachos que «a veces los sufrimientos inflingidos a los seres humanos están en su origen generados por nobles propósitos». Fue él, Duranty en persona, quien desvirtuó todo testimonio que desde Rusia enviaban otros colegas . En el caso de Gareth Jones lo traicionó y provocó su captura por la tenemrosa NKVD. Es durante los meses que Jones pasó investigando la hambruna en Ucrania que se desenvuelve la acción de la magnífica película.
Muchas de las prácticas vigentes actualmente en materia de censura y de control para con la prensa extranjera en Cuba son copia fiel y conforme al modelo de la URSS de aquellos años. El colmo del cinismo y la maldad de Duranty es que por el conjunto de sus artículos fue galardonado con el Premio Puitzer 1932 , convirtiéndose en consejero de Roosevelt para todo lo que tuviera que ver con Stalin y la URSS. En un momento en el que la historicidad del hecho hambruna en Ucrania era indiscutible, el americano y las páginas del New York Times lo negaban. No existen palabras suficientemente duras en los diccionarios para calficar la ignominia de un hombre que fue aupado por el más conocido de los diarios de Estados Unidos hasta su muerte en 1957.

Gareth Jones no tuvo la misma suerte. Los parlamentarios y políticos ingleses hicieron todo lo posible para que su testimonio no cambiara la política que jerarcas como Chamberlain habían emprendido. Un artículo, «Famine rules Russia» fue publicado el 31 de marzo de 1933 por el Evening Standard pero su repercución, mitigada por el establishment, lo aniquiló moralmente. Del tiro abandonó Londres, vivió unos meses en provincias antes de partir a Mongolia donde fue asesinado «por bandoleros chinos» en lo que sin pruebas puede sospecharse fue un «contrato» ejecutado por comunistas locales teleguiados desde Moscú.

Hambre, represión y prensa amarilla: todo esto lo estamos observando desde lejos y como podemos en la Cuba castrista de hoy. Con-curren en la isla campañas de calumnias y despretigio hacia todo aquél que pueda representar una oposición medianamente estructurada. Como la indiferencia de muchos de los grandes dirigentes del mundo político y empresarial se suman al clima no queda más remedio de comprobar una vez más que ciertas tendencias en la Historia se catalizan en la pervivencia del régimen castrocomunista en la isla.

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