Y años más tarde, cuando se acobardó ante las pruebas que podían aglutinarse en su contra por el tráfico de estupefacientes a la nación norteamericana y otros países de Europa, fusiló al general Ochoa y enjuició a los hermanos La Guardia, usándolos como chivos expiatorios para limpiarse las manos.
Fidel Castro Ruz, el ser satánico que arrastró al mundo al borde de la Tercera Guerra Mundial durante los días de la crisis de octubre y los cohetes rusos estacionados en Cuba, dejó tras su muerte una estela de crímenes, traiciones y ruindades de toda índole, y enlutó a muchas repúblicas de América en su intento de crear movimientos comunistas para someterlas, llevando muerte, destrucción y pena a sus habitantes.
Sus perversos discípulos continúan haciendo daño, y si los gobiernos democráticos del continente no corrigen sus errores, tendremos otras naciones atolladas en el mismo foso infame donde yacen hoy Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Se hallan en inminente riesgo Bolivia, Honduras y Colombia. Y luego otras encabezadas por Brasil y Chile. El peligro no disminuye, sino aumenta.
Y en Cuba, si el comunismo llegara a su fin hoy mismo, se necesitarían lustros o décadas para quizá lograr una nación moderna y próspera parecida o igual al “paraíso perdido” que fue, hasta el 31 de diciembre de 1958, la eficiente y moderna República de Cuba.
La reunificación alemana tal vez pueda servirnos de ejemplo: Alemania Occidental casi llega a la quiebra económica invirtiendo recursos de toda índole para elevar a la misérrima Alemania Oriental a su adecuado nivel y poder integrarla. Aún hoy, a la altura de nuestros días, hay sectores de Dresde donde todavía se palpa la diferencia de manera notable.
La República de Cuba en el exterior (el exilio cubano) tendría que hacer inevitablemente lo mismo que hizo la próspera Alemania Occidental, y volcar una marejada de capital para regresar a la Isla (“la nación interior”), al cabo de los años, a la bonanza necesaria ansiada por todo el pueblo cubano. Pero mucho más grave aún, sería la tarea de conducir a la sociedad cubana, a la familia cubana, hacia los conceptos y los preceptos que la hicieron grande y floreciente en el pasado.
Una reeducación social y moral de manera positiva, no como la de los comunistas, siempre negativa.
Quizá, en las primeras horas de la ansiada libertad, deberían determinarse cuatro elementos básicos:
Primero, el regreso inmediato —si bien temporal—, a la Constitución de 1940, a regir desde el día inicial.
Segundo, la declaración irrefutable de un gobierno provisional de sólo doce meses, y la fecha prefijada de las elecciones generales al mes siguiente —bajo supervisión internacional—, con la toma del nuevo gobierno en un plazo no mayor de sesenta días.
Felipe Lorenzo
Hialeah, Fl.
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