El año 2021 termina en Cuba con el sabor amargo del retroceso patriótico-democrático. La chispa libertadora que generó el Grupo de San Isidro con su protesta frustrada, que provocó la masiva manifestación del 27N frente al ministerio de cultura castrista, y que engendró a su vez el Grupo Archipiélago como semilla opositora. Estos antecedentes impulsaron indirectamente las manifestaciones populares espontáneas de protesta anti-castristas del 11 de Julio, que hizo al Grupo Archipiélago tratar de reeditar actos de calles a nivel nacional el 15N. Esta última convocatoria, frustrada por la represión y el acoso, impidió su realización –y provocó el lamentable y polémico exilio de su líder– cerrando abruptamente el brote rebelde, hasta hoy.
El año 2022 a su vez viene cargado con dos probables hechos trascendentes: el desenlace final con la enfermedad de Raúl Castro por un lado, y la posible estampida silenciosa de lo mejor de la juventud cubana por la vía nicaragüense, abierta recientemente como válvula de escape al descontento nacional contra una dictadura inepta, que para nada gobierna en favor de su pueblo, sino que dedica los pocos recursos disponibles a mantenerse en el poder a toda costa.
Cuba castrista se adentra en el 2022 con un control policial casi total, que le permite comenzar a prometer, por “enésima” vez –y una vez más– “enmendar los errores”, sabiendo tanto “ellos” como la población cubana, que la derrota de la dictadura es lo único que los salvaría. Así, queda abierto el camino para la estampida nacional vía Nicaragua, a no ser que sobrevenga la ausencia permanente de la única fuente de poder total dentro de la isla: Raúl Castro. En ese caso, la división en la cúpula gobernante podría finalmente estallar y democratizar la isla.
Es sabido que Díaz Canel sería la primera víctima a la desaparición de Raúl Castro y su ausencia abriría una potencial lucha por el poder, en la que estarían implicados el anterior ministro de las fuerzas armadas cubanas, general Leopoldo Cintras Frías –defenestrado por Raúl por oponerse al nombramiento de Díaz Canel– y los herederos de Raúl, aspirantes de larga data a la sucesión de su padre en las riendas del poder central. Adicionalmente, la aparición reciente en el panorama político nacional de Carlos Lage, no se sabe muy bien propulsado por quién y por qué, adiciona un ingrediente más al potencial diferendo por venir a la muerte de menor de los Castro. Esta podría ser la chispa decisiva para el futuro de Cuba.
Así, el año que se avecina trae en su seno el potencial enigma de la solución de los problemas “revolucionarios” que han empobrecido la isla y que se ha cobrado la ausencia de muchos de sus mejores hijos. En el año que se inicia, o la juventud inconforme dentro de la isla irá a enriquecer con su talento otras tierras del Mundo, o colaborará con su valor a la democratización de su tierra, usada hasta hoy como coto restricto de los hermanos Castro.
Jorge Hernández Fonseca
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