10 de octubre de 1868: Esclavo: levántate y anda

Written by Libre Online

8 de octubre de 2024

Por Guillermo Martínez Márquez (1937)

“El indígena del nuevo mundo, –según la frase de José Antonio Saco–, esclavizó al indio, su semejante”. Descubridores, conquistadores, colonizadores y déspotas continuaron la bárbara costumbre. 

Andando los años, la esclavitud del indio por el indio desapareció en algunos lugares con la extinción total de los indígenas y en otros por la sumisión de esclavizadores y esclavizados a la esclavitud impuesta por los nuevos dueños de la tierra, pero la semilla de la opresión del hombre por el hombre había alcanzado profundas raíces y debía dar abundantes ramas en nuestro hemisferio.

Toda la historia de América está transida por el dolor y los ayes de los esclavos. El indio esclavizó al indio, sus semejantes, el español de la península esclavizó al español del otro lado del Atlántico. Españoles y nativos esclavizaron al negro africano y cuatrocientos cuarenta y cinco años después del descubrimiento, sin cadenas aparentes, sin látigos visibles, el nativo de nuestra América sigue esclavizando al nativo.

Nuestro continente comenzará a ser grande cuando aprenda a ser libre. El bienestar de los pueblos no es planta que florece en la agresión. Lincoln inicia con la abolición de la esclavitud, la grandeza y el bienestar norteamericanos. Teodoro Roosevelt es más grande cuando pelea en Santiago por la libertad de Cuba que cuando conquista a Panamá para la economía y la América nuestra, la que independizaron Bolívar y Maceo, San Martín y Máximo Gómez; la que orientaron Sarmiento y Martí, es en la actualidad más grande y próspera allí donde ha aprendido a ser más libre.

Las luchas por la liberación de nuestra patria se inician también por la libertad de los esclavos. Creemos que todos los hombres somos iguales, postula la declaración de independencia del 10 de octubre de 1868. Y más concretamente, agregó: “Deseamos la emancipación gradual y bajo indemnización de la esclavitud”.

¿Qué misteriosa, incontenible fuerza anima las ideas justas haciéndolas avanzar a través de las circunstancias más adversas, hasta llegar a una meta victoriosa? 

Nadie hubiera podido predecir el 10 de octubre de 1868 que el reto lanzado a la economía de la metrópoli por tres docenas de patriotas, uno de los cuales comenzó por libertar a sus esclavos, iba a mantenerse incólume a lo largo de diez años de muerte y exterminio para vencer en la paz a los vencedores de la guerra. La historia es así. 

Dos meses y medio después del alzamiento de la Demajagua –27 de diciembre– el Ayuntamiento Libre de Bayamo dicta un decreto de abolición de la esclavitud, en el cual, con un claro sentido de la realidad, se afirma que “Cuba libre es incompatible con Cuba esclavista”. La amenaza a la economía de la colonia era directa. La esclavitud, que abarata la producción y el monopolio, que encarece el precio, constituían los dos pilares básicos del gran negocio de la colonización. 

Nada de extraordinario tiene pues que los colonizadores, se aprestasen a abatir a los hombres que habían puesto en circulación ideas tan perjudiciales para sus intereses fundamentales. Contra las huestes libertadores, mal pertrechados y peor alimentadas, se concentraron poderosos ejércitos. España se dispuso, como había de decir muchos años más tarde uno de sus primeros ministros a combatir a los insurrectos hasta la última peseta y el último hombre. 

El 8 de enero de 1869, Valmaseda infligía una importante derrota a los mambises, mandados por el general Mármol, y poco después entraba en Bayamo, incendiada por los cubanos que la habían ocupado durante tres meses. Pero más allá de esta derrota de sus defensores, la idea de la abolición de la esclavitud siguió avanzando, afirmándose en la voluntad inquebrantable de los libertadores y ganando terreno por encima de la victoria de sus adversarios. 

El 10 de abril, la Constitución de Guáimaro proclamó en su artículo 24 que “todos los habitantes de la República son enteramente libres”. Y un año más tarde la Colonia ponía en vigor la “Ley de vientres libres”– el 4 de julio de 1870–, en cuyo artículo primero se declaraba que “los hijos de madres esclavas que nazcan después de la publicación de esta ley son declarados libres”, decretándose al propio tiempo la libertad de todos los esclavos que hubiesen auxiliado a los españoles contra los cubanos en rebeldía.

A partir de esta fecha, la idea de la abolición sigue ganando terreno y anotándose victorias parciales, a pesar de las derrotas y reveses de sus mantenedores. Divididos por querellas intestinas que, adelantados por la suerte adversa, desilusionados por la falta de apoyo exterior, los mambises se vieron obligados a pactar la paz del Zanjón el 10 de febrero de 1878. Pero la Paz del Zanjón, derrota de los mambises, reconoció la victoria parcial de la idea antiesclavista del Ayuntamiento Libre de Bayamo, al dejar en libertad a los esclavos que se hallasen en las filas insurrectas. Dos años después, Alfonso XII, el 13 de febrero de 1880, decretaba el cese de la esclavitud en la isla de Cuba.

El fenómeno no puede circunscribirse al caso de la abolición de la esclavitud, ni tampoco a nuestra paz. La historia de la humanidad es rica en ejemplos semejantes. Griegos y romanos pasearon sus ejércitos victoriosos por el mundo antiguo, pero las ideas justas de los conquistados conquistaron siempre a los conquistadores. Polonia sucumbió a la ambición de Rusia, Prusia y Austria, pero la nacionalidad polaca supervivió a todas las derrotas materiales. 

La enseñanza es clara, los hombres luchan contra los hombres. Los más fuertes y los más astutos, los de más suerte o los más hábiles vencen a los otros, pero las ideas justas son invulnerables a los ataques de los más fuertes y acaban por vencer a los vencedores.

El problema es, pues, hallar las ideas justas, animarlas de vida humana, propagarlas, luchar por ellas, decir a los oprimidos por la injusticia: “Esclavo, levántate y anda”. 

Después, las ideas justas siguen su marcha ascendente, aún por encima de la voluntad de los hombres que las alentaron. Las ideas justas no han sido derrotadas jamás.

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