LÓPEZ OBRADOR EN EL CAMINO DE HUGO CHÁVEZ

Written by Adalberto Sardiñas

6 de diciembre de 2022

En respuesta a la manifestación de noviembre 13, en la cual cientos de miles de mexicanos, en diversas ciudades, se lanzaron a la calle a protestar contra sus intentos de eliminar la independencia de la autoridad electoral del país, y la autonomía de varias instituciones, el presidente López Obrador montó su propia manifestación el 27 de noviembre, usando la maquinaria oficialista, para conmemorar su cuarto año de gobierno. 

  El presidente mexicano no pierde tiempo, ni oportunidades, para acelerar su agenda socialista de control sobre las instituciones democráticas de la nación. Con ese objetivo, ha propuesto una enmienda constitucional al Congreso para cambiar la forma en la que los miembros del Instituto Nacional Electoral son escogidos. De pasar la enmienda, el presidente, y su partido, Morena, lograrían el control de la máxima autoridad electoral y contarían los votos a su discreción en las elecciones próximas. Como es evidente, López Obrador, en sus ansias populistas, incluye, como esencial prioridad, el control gubernamental de todo lo que le sea posible, dentro de la más accesible brevedad, para aplanar el camino de la senda socialista, a la que él, eufemísticamente, llama “la cuarta transformación”.

  Pero la ambición de poder de López Obrador no se limita al control del proceso electoral. Quiere más. En su visión mesiánica, figura el plan de la centralización económica y política en la presidencia, es decir, en sus manos, lo que constituye una grave preocupación para la mayoría del pueblo mexicano.  

  Su intención de nacionalizar las empresas privadas proveedoras de gas, electricidad y comunicaciones, así como el paro, arbitrario, de la construcción del aeropuerto internacional de Texcoco, y la atribución del control de la regulación de energía y la comisión de hidrocarbonos, que, funcionaban independientemente, son otras pruebas del sistema antidemocrático que preside López Obrador. 

  Aunque AMLO, como se le llama popularmente, está limitado, legalmente, a un término presidencial, que en México se sujeta a seis años, existe, en la sociedad mexicana, y, sobre todo, en los círculos políticos, la creciente sospecha de que éste pretenda extender su mandato, entre bambalinas, si su partido, Morena, presenta un candidato ganador en las próximas elecciones presidenciales del 2024. 

  Resulta interesante ver como Andrés Manuel López Obrador, un demagogo populista, se asemeja, cada vez más, a Hugo Chávez, al que, en vida, y hasta después de muerto, admira intensamente.

  El presidente mexicano viene a engrosar la nueva lista de presidentes electos democráticamente en Latinoamérica, para después, actuar, desde el poder, antidemocráticamente, enmendando constituciones para perpetuarse en el poder. Hugo Chávez inició la práctica, siguiendo las órdenes de Fidel Castro. ¿Será López Obrador, el nuevo presidente del hemisferio que aspire a la perpetuidad, directa o indirectamente? 

  Esto lo sabremos dentro de dos años. Por ahora, la democracia mexicana se mantiene, aunque amenazada, aferrada al importante principio de defender el sistema electoral que varias generaciones de mexicanos construyeron, y que, ahora, López Obrador pretende subvertir. 

  Para la mayoría de la clase pensante en México, López Obrador no es más que un “déspota electo”.

  La izquierda intelectual, que lo apoyaba desde el principio de su elección, lo ha casi abandonado, y sólo un reducido grupo le sigue secundando, más por conveniencia, que por entusiasmo. Se puede decir, sin mucho margen para la equivocación, que es el presidente mexicano que ha acumulado más poder que cualquier previo mandatario de la nación.

  Y es, precisamente, en esta acumulación de poder, donde radica la gravedad del peligro para la estabilidad política de México. No hay en el presente una fuerza política de consideración capaz de competir con López Obrador. El PRI está en crisis. El Pan carece de liderazgo creíble. Y los otros diversos partidos carecen de poder político real.

  La preocupación del presente político en México es si López Obrador se lanzaría, en abierto reto, contra el principio anti reeleccionista, firmemente anclado en el sistema político-electoral del país.

  Es obvio que López Obrador, por su actuación desde su ascenso al poder, pretende instituir en México la práctica que viene extendiéndose en el vecindario latinoamericano, de usar el sistema electoral como trampolín, para lograr, con maniobras de retorcimiento de las presentes leyes, su propósito de permanencia en el poder más allá del establecido sexenio.

  El tópico de la reelección, y sus efectos en cuanto a la responsabilidad, continúa siendo un tema contencioso en la política mexicana al que López Obrador le ha dado nueva vida.

  Sin embargo, las fuerzas políticas de la nación se muestran confiadas, en que, después de varias décadas de reformas, diseñadas a la modernización del país, las instituciones mexicanas son hoy suficientemente fuertes para contener las ambiciones populistas de su nuevo líder.

  En juego está la democracia mexicana.

BALCÓN DEL MUNDO

Un par de meses atrás el Partido Comunista chino le otorgó otro término de cinco años a Xi Jinping como presidente de China, luego que éste se las ingeniara para lograr una enmienda constitucional que le extendiera su mandato. Tendría más poder que Mao Tse Tung.

  Pero, desde hace dos semanas, China está en violento alboroto callejero en protesta por la estricta cuarentena a que varias ciudades, desde Xianjiang a Beijing, y muchas otras en todo el país, se alzaron en manifestaciones contra las medidas de aislamiento masivo.

  En sólo dos meses, las cosas han cambiado para Xi Jinping.

   Ahora los protestantes piden más que el levantamiento de la cuarentena. Muchos, y ya son miles, claman por la renuncia de Xi Jinping, y exigen que el partido cese la persecución y censura a la disidencia.

  La presente crisis, en su embrionaria forma, no es suficiente para crear facciones que pudieran amenazar a Xi. Eso es evidente.

  Mas, sin embargo, pudiera impulsar los vientos que, eventualmente, detengan los ambiciosos planes de Jinping de poder hegemónico a escala global en lo económico y militar.

  Algunos politólogos notables predicen que los disturbios de hoy son el preludio del inevitable retroceso económico chino después del fenomenal avance que comenzó hace 30 años y que se acerca el cierre del círculo.  

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  Los obispos católicos en Alemania sostienen un debate nacional, que incluye, prominentemente, cambios a la enseñanza de la iglesia en cuanto a la homosexualidad y el ordenamiento de mujeres en abierto desafío al Vaticano.

  Un grupo de los más altos oficiales del Vaticano se reunió con los obispos alemanes para que desistan de ese debate, pero éstos rechazaron la “sugerencia” y prometieron seguir en sus planes.

  ¿Estamos ante otra potencial reforma como aquella histórica que logró otro brillante alemán?

   Porque, aunque han pasado infinitos años, no debemos olvidar que fue Lutero, quizás, el que dio el primer paso ostensible en esta suerte de rebeldía política, al declarar inviolable el derecho religioso del hombre a interpretar la Biblia sin el auxilio de nadie, y que, como consecuencia, nos donó el hermoso concepto del individualismo.

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   Lo de Venezuela, es ya caso cerrado. La administración de Biden se salió con la suya. Le dio un poco de esperanza a la oposición venezolana, con nada tangible. Pero al levantar la prohibición a Chevron para la producción de Petróleo en Venezuela, con la bendición de Maduro, espera resolver, parcialmente, la crisis energética nacional que sus arbitrarias medidas han causado.

  Pronto veremos nuevos entente entre Biden y Maduro.

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